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Boletín de la AILCFH

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Entrevista: Marianella Collette
Publicado en Grafemas Febrero 2007

Entrevista a Alicia Steimber

 

SteimbergAlicia Steimberg nació en Buenos Aires, Argentina, en 1933.  Ha publicado: Músicos y relojeros (1971), La loca 101 (1973), Su espíritu inocente (1973), Como todas las mañanas (1983), El árbol del placer (1986), Amatista (1989), Cuando digo Magdalena (1992), Vidas y vueltas (1999), Antología del amor apasionado, en colaboración con Ana María Shúa (1999), La selva (2001), Una tarde de invierno un submarino (2002).  Sus libros han sido traducidos a varios idiomas y su novela Amatista fue finalista en el concurso de novela erótica La Sonrisa Vertical de editorial Tusquets, Barcelona. Esta entrevista tuvo lugar en el departamento de Alicia Steimberg en Buenos Aires, en agosto del 2002 y fue publicada en Conversación al sur: Entrevistas con escritoras argentinas, Simurg (2003). Esta entrevista se publica en Grafemas con el consentimiento de la Editorial Simurg.

Marianella Collette: ¿Cuándo comenzaste a escribir?

Alicia Steimberg: Empecé a escribir muy temprano en mi vida. Comencé mi relación con la fantasía muy temprano en la infancia, yo era una niña muy solitaria y tenía un personaje imaginario. Pienso que ese personaje lo rescaté luego en mis cuentos. 

MC: ¿Cómo es el proceso de tu escritura?

AS: Cuando escribo dejo todo de lado y estoy en continua transformación, cambio ideas, intento nuevos caminos. En esos momentos cuando pienso que finalmente encontré el rumbo es cuando me pierdo de nuevo. No tengo nada previsto al empezar a escribir, todo se genera en forma espontánea. A veces tengo alguna idea en mente que quiero relatar pero luego la escritura toma su propio camino. Por ejemplo una de mis obsesiones son los corchos. Tengo fantasías con los corchos de las botellas, esto lo incluí en un cuento inédito.   

MC: ¿Qué te impulsó a escribir tu primera novela Músicos y relojeros finalista en concursos de las editoriales Barral de Barcelona y Monte Ávila de Caracas?

AS: Esta novela se publicó en 1971 y produjo un giro en mi vida. Estábamos en las postrimerías de la década del 60, con gran influencia de lo que ocurría en Inglaterra y Estados Unidos, una década de explosión de la fantasía en que la gente probaba cosas nuevas. Músicos y relojeros no respondía a la demanda del mercado. En ese momento, los escritores escribían sobre temas sociológicos, observación de la pobreza y desigualdades sociales, porque estaba de moda. Yo siempre fui muy rebelde a todo lo estipulado. De pronto pensé que me gustaría contar las historias que relataba mi abuela. Ella era una inmigrante proveniente de Ucrania, y preservaba recuerdos de su tierra natal y de la Argentina de antes de mi nacimiento. A mí me encantaba cuando ella compartía sus relatos conmigo y de esos relatos nace la novela.      

MC: Tus libros Músicos y relojeros y Su espíritu inocente parecen tener un fuerte referente autobiográfico ¿estos libros intentaron preservar concientemente la memoria familiar o son libros de ficción?  

AS: Son libros de ficción. Esto no quiere decir que yo no haya tenido un tío que me molestó sexualmente. También tuve abuelas que cocinaban comidas horribles. Este contexto familiar autobiográfico aflora a cada paso en la creación artística. Por otra parte, la literatura es un gran recorte porque no se puede contar la vida. La vida se vive y el pensamiento se piensa, ni siquiera llegan imágenes completas porque son casi imposibles de contarlos. 

MC: En Músicos y relojeros incluyes ciertas recomendaciones sobre la masturbación del sexo femenino y masculino del libro Higiene General del Dr. Francisco Otero, Buenos Aires 1919. ¿Son estas citas reales? ¿Por qué te interesó incluirlas en el libro?

AS: Eso fue todo relativo al advenimiento de mi sexualidad que realmente fue un acontecimiento muy traumático. En mi casa se veía mal que yo creciera y me fuera convirtiendo en mujer. Mi madre no lo aprobaba en absoluto. Es verídico cuando relato que mi madre me torturaba psicológicamente dejándome cartas para que me sintiera culpable de mi sexualidad. Lo que viví en esa familia me hizo sufrir mucho, especialmente las peleas familiares que me producían ese sentimiento de abandono y de angustia. Las relaciones fuera de mi casa me indicaban que esto no era normal y yo abrigaba la esperanza de poder huir de todo eso. A mí me encantaba ir al colegio pero principalmente porque era una excusa para salir de mi casa. Lo interesante es que la escritura no me liberó de todos estos traumas. Yo no creo en la catarsis de la escritura. Creo que la psicología y el psicoanálisis ayudan a comprender la dinámica familiar pero no resuelven en absoluto esta conflictiva. A los 28 años comencé con mi análisis psicoanalítico y en esas sesiones encontré un espacio para conversar de mi tío perverso; pero a esta altura ya estaba casada y teníamos dos niños. Las citas de este libro del tal Dr. Otero fueron textuales. Él decía que si la madre no tenía leche para darle al niño había que conseguir una nodriza, pero comentaba que estas profesionales de la leche estaban cada día más pretenciosas. Recuerdo haber incluido las citas de cómo abortar saltando desde arriba de una mesa y barbaridades por el estilo, porque éstas eran cosas que se comentaban en mi familia. Las mujeres de ese entonces no tenían ningún método anticonceptivo, estaban también totalmente desinformadas y si había tres hijos una tenía que interiorizarse del contexto oculto de estos métodos rudimentarios de aborto. Las comadronas ayudaban a facilitar el acceso a esta información.    

MC: En tu novela Cuando digo Magdalena la voz narrativa pregunta ¿Qué significa, pues, ser judío? Y se aclara que “ser judío es pararse en medio del escenario con expresión atormentada y decir “soy judío” ¿puedes explicar esto?

AS: Yo entré en la primaria en el 1939 y aquí había un tremendo fascismo. Se comentaba que los judíos estaban en campos de concentración sufriendo, porque no habían creído que Jesús fuera el mesías, pero cuando comenzaran a creer en Cristo está persecución y rechazo étnico iba a terminar. Estas ideas tan descabelladas eran parte de la conciencia colectiva de la sociedad argentina de esa época. Cuando gané el premio con esta novela recibí un llamado de una señora que me dijo “Alicia, te habla tu maestra de quinto grado ¿te acordás de mí?” Como no me iba acordar de ella si me había hecho sufrir tanto. La familia de mi madre no quería hablar mucho de sus raíces y querían separarse de la tradición judía, y esa fue mi enseñanza. 

MC: En Cuando digo Magdalena comentas sobre las diferencias entre el castellano y el idish y el sentimiento de inferioridad que se experimenta al hablar idish ¿puedes hablar sobre estos prejuicios sociales y la discriminación que se sufre al pertenecer a una minoría étnica en Argentina?

AS: El idish fue una lengua que durante mucho tiempo sólo provocaba risas. Como hacía reír también el cocoliche que hablaban los italianos que recién llegaban y eran ambos una marca de inferioridad. Muchos judíos que vivían en el centro de Europa nunca aprendieron el idioma del país porque vivían en guetos cerrados. Aquí en Argentina se preservó el idish con los inmigrantes y algunos hijos de inmigrantes. Pero tener unos padres que no eran cultos y que eran pobres, y además hablaban otra lengua no era bien visto. A mí nunca me enseñaron idish, porque se rechazaba la lengua y la cultura. La familia paterna a quien yo veía los domingos era más tradicionalista. Ellos vivían en una aldea de Entre Ríos que seguramente preservaba costumbres y hábitos de su aldea original en Rusia. Ellos sí hablaban idish. Pero yo no los veía muy a menudo, entonces sólo me pudieron enseñar algunas palabras y frases. Esta dualidad me desgarró desde muy pequeña. La sociedad argentina de mi infancia era más antisemita, y mi familia hacía lo posible por esconder sus raíces. 
 
MC: La protagonista de Cuando digo Magdalena hace un curso de Control Mental porque tiene miedo de volverse loca. Sin lugar a duda, estos estados fronterizos son una constante en muchos de tus libros ¿puedes explicar por qué?   

AS: Creo que la locura tiene que ver con la absoluta libertad que tienen muchas personas cuando escriben. Una no siempre puede expresar verbalmente lo que puede decir por escrito. A la locura la conocí de cerca en mi familia. Había muchos locos pero ninguno hacía terapia o recibía drogas que pudieran atemperar sus cuadros psicopatológicos, por eso sus conductas eran realmente de locos. 

MC: En tu libro El árbol del placer haces una crítica de la terapia neopsicoanalítica como método de salvación o cura ¿qué te impulsa a escribir esta crítica a esta corriente postfreudiana?

AS: Este libro es una sátira a la enorme difusión que ha tenido el psicoanálisis en Argentina.  Durante la primera guerra vinieron muchos refugiados de Europa que eran excelentes psicoanalistas. Ellos fueron quienes fundaron la Asociación Psicoanalítica Argentina. El psicoanálisis es para gente con recursos económicos y no parece corresponder a la situación económica general del país. En la terapia siempre te dicen que has progresado en esto y aquello pero que continúas al borde del abismo, convirtiéndose en terapias interminables. Yo usufructué de la terapia, pero el director del centro abusaba de esta dependencia y mantenía algunos pacientes por más de veinte años. Este psicoanalista usaba drogas alucinógenas en terapia y no eran divertidas, aparte de peligrosas. No es indispensable usar drogas para llegar a los resultados.  Además después de muchos años de terapia usando estas drogas nos dábamos cuenta que se repetían los mismos traumas y que el analista nos repetía lo mismo que nos había dicho durante años. Era un psicópata perfecto y nos tenía totalmente convencidos a todos. Para romper con este fantasma escribí la novela. 

MC: ¿Qué te impulsó a escribir La loca 101 con tanta libertad estilística?

AS: Hay dos formas de escribir para mí: una, la narrativa ortodoxa que es la que predomina en Músico y relojeros, y el otro tipo de narración experimental con que también trabajo constantemente. Las dos caminan paralelamente conmigo, nunca he dejado ninguna de lado.  Con La loca 101 verdaderamente me largué y empecé a escribir solamente lo que se me pasaba por la cabeza. Me divertí muchísimo escribiéndola. La fragmentación del discurso intenta reflejar el pensamiento humano. No hay ninguna persona que piense con frases completas. Además en esos momentos estábamos en Argentina llegando al pico de la censura, no se podía decir nada.  Yo no estaba muy conciente de lo que estaba pasando pero quería liberarme de esa locura.   

MC: En Su espíritu inocente indagas sobre las religiones y su continuo rechazo, negación y represión hacia las vivencias del espíritu en el cuerpo ¿podrías explayarte en este tema y decir si consideras a la persecución de brujas, hechiceras, adivinas etc., como una forma encubierta de represión del poder femenino corporizado en ellas?

AS: Pienso que la sociedad tiene un alto grado de responsabilidad en ese rechazo histórico del poder de la mujer. Por ejemplo, un hombre mujeriego no tiene mayor problema pero una mujer que guste de los hombres y se lamente de no haber tenido una vida sexual más activa es estigmatizada en la sociedad. El discurso materno es un importante vehículo para trasmitir muchos de estos prejuicios. En el siglo veinte se ha cuestionado un poco este status quo, pero no creo que haya habido un cambio profundo en esta situación de desigualdad. Además creo que el hombre les tiene mucho miedo a las mujeres. Yo les tenía terror a las mujeres de mi familia porque sus peleas eran incontenibles. Sin embargo, entraba un hombre y todo esto se acababa.  Los hombres controlaban la escena como lo hacen en la sociedad.       

MC: En los versos que citas a través de la novela “Su espíritu inocente de nuestro amor se infla y ante su Dios exclama piedad, señor, piedad” ¿por qué incluyes esta cita a través de todo el libro?

AS: Estos versos eran los que cantábamos en la escuela. Aquí en Argentina hay dos religiones significativas el catolicismo y el judaísmo. Actualmente en el país hay 250 mil personas judías que es una cifra pequeña pero se hacen notar. A veces me invitan a reuniones de la comunidad judía aunque en realidad no me tienen mucho afecto. Especialmente porque en mi libro Músicos y relojeros se sabe que todos los personajes son judíos y muchos de ellos no son lo que se diría una maravilla. En esta novela no intenté hacer estereotipos de la comunidad judía pero muchos de ellos creen que yo no tendría que haber tocado temas tan comprometidos de la comunidad. 

MC: Amatista fue finalista del XI Premio de La Sonrisa Vertical de Tusquets en Barcelona ¿qué te impulsó a escribir una novela erótica?

AS: El material de esta novela lo tuve guardado durante ocho años. Había mucha represión que me inhibía, especialmente proveniente de mi madre. Pero mi escritura es así, voy juntando material durante mucho tiempo y luego empiezo a jugar con él. Cuando se convocó el concurso en España, yo pensé que estas ideas no iban a poder ser comprendidas por nadie. Entonces pensé en incorporar dos personajes reales en la ficción: la señora y el doctor. Ellos se hablan formalmente y así pude evitar el voseo, porque yo quería que la novela tuviera aceptación en España. Me resultó muy difícil utilizar el “tú” porque me sonaba ficticio. Esta época en la que armé la novela resultó ser una de las mejores de mi vida porque me divertía muchísimo.  Amatista era un ser verdaderamente surreal porque era una mujer que no se sabía de qué vivía, ni qué comía, se dedicaba exclusivamente al placer. Tuve mucha inspiración en el Marqués de Sade y en los libros de autoayuda que prometen mejorar la vida sexual. Además pude matar al fantasma represor de mi madre. Cuando escribí Amatista pensaba: ves mamá ahora escribo una novela erótica con todos estos encuentros y la publico. Para mí fue muy importante liberarme de las restricciones de mi madre. Al libro lo publicó Tusquets en Barcelona y luego en Buenos Aires. Se tradujo al alemán en dos editoriales diferentes y lo curioso fue que luego lo tradujeron también al coreano, lo imprimieron e inmediatamente después lo prohibieron. Hasta llegaron a clausurar la editorial por la publicación del libro Amatista en Corea del Sur. Tengo todavía los comentarios risueños que salieron en El País de Barcelona y en El País de Montevideo.  Principalmente, este libro fue para mí una celebración a la escritura.

MC: Amatista es una novela erótica didáctica con lecciones teóricas y prácticas para los hombres ¿crees que es necesario la existencia de más novelas de este género escritas por mujeres para reeducar la libido de los hombres?

AS: Por supuesto que no. Pero no fue una propuesta en la cual había pensado antes de escribir el libro. Yo busqué educar a este hombre con los conocimientos de esta profesora que era bastante peculiar. Una mujer que enseñaba porque era experta en la materia debido a su extensa experiencia con otros hombres y se convirtió en una manera de comenzar a romper con lo establecido sobre la sexualidad femenina.  

MC: En el prólogo a tu libro de cuentos Como todas las mañanas comentas que lo que te propones al escribir un cuento es reivindicar la realidad de los sueños ¿puedes explicar qué quieres decir?

AS: Los sueños existen y le pertenecen exclusivamente al soñante. Son como una especie de propiedad totalmente privada. John Cheever afirma que un cuento es como un sueño, por su carencia de pasado y de futuro. Lo interesante de los sueños es el “pero”. Por ejemplo, cuando uno dice: soñé con la casa de mi infancia “pero” no era exactamente mi casa, es esa falta de fidelidad con la realidad lo que convierte a lo onírico en excelente material para los cuentos.  

MC: El título Como todas las mañanas nace de la melodía de María Elena Walsh que dice “Ni dormida ni despierta / como todas las mañanas” ¿por qué te inspiró esta melodía?

AS: Estos versos me inspiraron para darle el título al libro por su espontaneidad. Los cuentos tienen esa cualidad. Los escribí de una sentada y luego los trabajé. Esta fue una época muy hermosa de mi vida. Hacía muy poco que vivía con Tito, porque me había separado. Tenía a los chicos de 8 o 9 años. Ellos se iban a dormir como a las 12 de la noche y a esa hora yo empezaba a escribir hasta las 5 de la mañana. A las cinco de la mañana me acostaba y a las siete en punto me levantaba para preparar a mi hijo más chico para ir al colegio. Lo veía subir al ómnibus y retornaba a mi cama. A las doce del mediodía, la empleada me traía la bandeja del desayuno a la cama como a una princesa. Esta situación no se prolongó por mucho tiempo, pero lo suficiente como para escribir todos estos cuentos. Me encantaría escribir más cuentos pero las editoriales no quieren publicarlos. Las novelas se venden, tienen mucho más ventas. La gente busca evadirse de su propia realidad leyendo novelas. A veces el lector busca hacer del mundo de la novela su propio mundo y el cuento no se lo permite. Las novelas tienen que leerse en una o dos semanas y desplazan al lector hacia otras realidades.   

MC: ¿Cómo surgió la propuesta de escribir conjuntamente con Ana María Shúa, Antología del amor apasionado?

AS: Nosotras somos muy amigas y la idea fue de Ana María. Ella ha hecho muchísimas antologías y me propuso hacer un libro entre las dos. Intentamos seleccionar los libros que habíamos leído, lo que teníamos en la biblioteca. Fuimos tratando de buscar libros de épocas diferentes y aspectos diversos del amor apasionado de homosexuales, de viejos, de jóvenes y por supuesto del amor no correspondido, etc. El trabajo fue muy divertido.   

MC: ¿Cómo fue tu participación en el International Writing Program de la Universidad de Iowa?

AS: Eso fue realmente estupendo. Fue la primera vez que iba a Estados Unidos y me encontré con escritores de todas partes del mundo pero muy pocos latinoamericanos, con la excepción de un escritor mexicano, Tomás Segovia, y yo. Teníamos la libertad de hacer lo que quisiéramos: podíamos encerrarnos en nuestro cuarto y escribir todo el día o no escribir nada. 

MC: ¿Qué te impulsó a escribir sobre un hijo drogadicto en tu última novela La selva?

AS: Tenía que escribirlo. No encontré placer al escribir esta novela. En Argentina hay muchísima violencia entre los adolescentes relacionada con la droga. Las madres desgraciadamente sufren estos problemas directamente porque la droga transforma a sus hijos.  Desgraciadamente, aquí no hay instituciones que ayuden con esta problemática. Sí existen lugares de paga donde te dicen que los chicos no se curan, sino que se recuperan y aprenden a vivir sin drogas y sin alcohol. Creo que la vida es trágica. La protagonista se encuentra en una selva incivilizada en medio de una enorme ciudad por eso el título de esta novela es La selva.


MC: ¿Qué escritoras o escritores te interesan y por qué?

AS: Me interesan muchísimo Juan José Hernández, Abelardo Castillo, Silvina Ocampo, Ana María Shúa en los libros de cuentos brevísimos, y Hebe Uhart en su libro Las mudanzas.

MC: ¿Qué me puedes comentar de tu libro El mundo no es de polenta?

AS: Es una historia de unos adolescentes que se van de vacaciones solos y a los tres días hablan por teléfono a sus padres para pedir más dinero porque se lo han gastado todo. Son aventuras típicas de adolescentes, mechadas con recetas de cocinas de mucha simplicidad. Mis hijos pensaron que este libro podía ayudar a los adolescentes en busca de aventuras. Este nuevo libro va directamente focalizado al aprendizaje de cómo cocinar pero con la peculiaridad de estar pleno de historias. La segunda edición del libro, con muchos cambios, se titula Una tarde de invierno un submarino que tiene una referencia a Italo Calvino en Una noche de invierno un viajero. 

MC: ¿Qué estás escribiendo actualmente?

AS: Estoy escribiendo un diario donde hay sueños y cuentos mezclados. Pero este libro está interrumpido porque cada tanto, me piden cuentos para publicar y yo suspendo su escritura para cumplir con otras obligaciones.  

Obras Seleccionadas
Músicos y relojeros. Buenos Aires: Centro Editor de América Latina, 1971. (Novela) 
La loca 101. Buenos Aires: Ediciones de la flor, 1973. (Novela)
Su espíritu inocente. Buenos Aires: Editorial Pomaire, 1973. (Novela)   Como todas las
mañanas. Buenos Aires: Celtia, 1983. (Cuentos)
El árbol del placer. Buenos Aires: Emecé, 1986. (Novela)
Amatista. Barcelona: Tusquets, 1989. (Novela)
Cuando digo Magdalena. Buenos Aires: Planeta, 1992. (Novela) 
Vidas y vueltas. Buenos Aires: Adriana Hidalgo Editora, 1999. (Cuentos)
Antología del amor apasionado, en colaboración con Ana María Shúa. Buenos Aires, Alfaguara,
1999. (Antología)
La selva. Buenos Aires: Alfaguara, 2001. (Novela)
Una tarde de invierno un submarino. Buenos Aires: Alfaguara Juvenil, 2002. (Relatos)

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