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Boletín de la AILCFH

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Entrevista: Dolores Martín Armas, SUNY at Potsdam
Publicado en diciembre 2008

Entrevista a Susana Guzner


Susana Guzner nació en La Plata (Argentina) en 1944. Es licenciada en Magisterio y Psicología Clínica. En 1976, después del asesinato de su hermana por la Triple A se exilió en España. Vive desde hace once años en Las Palmas (Islas Canarias).

Su primera novela La insensata geometría del amor, fue publicada por Plaza & Janés en el 2001 y se convirtió en un éxito sin parangón en la literatura lesbiana española. Ha sido traducida a varios idiomas y según una macroencuesta publicada por una empresa norteamericana es considerada por los hispanohablantes la mejor novela de temática lesbiana en lengua castellana. Su última novela, Aquí pasa algo raro, fue publicada el año pasado por LesRain Editorial. También ha escrito una obra de teatro, Detectives BAM (2005), y un libro de relatos, Punto y aparte (2004).

Dolores Martín: ¿Qué nos puede decir del actual panorama de la literatura de temática lesbiana en España? ¿Podemos decir que hay una producción de calidad en este terreno?

Susana Guzner: Va apareciendo producción de calidad, al menos desde mi punto de vista como lectora. Creo que en los últimos años ha aparecido mucha cantidad o bastante cantidad ayudado también por el hecho de que existen editoriales específicas, ¿no?, pero mucho más poniendo el acento en la narración que en el amor literario. Yo creo que eso ha sido una etapa que la encuentro lógica puesto que después de años de represión, surge la necesidad imperiosa de contarse, sobre todo de la situación íntima del amor, del encuentro entre dos mujeres y se han cargado las tintas en eso. Pero empiezan a aparecer obras que combinan la calidad literaria o mucha mayor calidad literaria. Por ejemplo, hay un par de autoras que a mí me parecen muy interesantes, que son Isabel Prescolí y Lais Arcos. Lais Arcos tiene un libro que se llama Dame unos años e Isabel Prescolí, Los estigmas de Eva, que... con sus más y sus menos, poniéndome muy crítica, pero tiene toda una intencionalidad literaria en el ritmo, en el cuidado de la narración, en las digresiones, en fin, que cuenta una historia pero la cuenta bien, de resto, pues hay de todo un poco como en botica.

Martín: ¿Cuánto tiempo cree usted hay que esperar para que la literatura de temática lesbiana se publique, se analice, se estudie y se lea como Literatura, con mayúsculas, sin ningún calificativo? ¿Años, décadas?

Guzner: Va todo muy rápido en España. Va todo a una velocidad pasmosa en todos los aspectos, y por supuesto también en el tema de literatura. Yo no creo que haya que esperar mucho. No puedo dar una cifra concreta, pero sí creo que el san benito de literatura temática irá tendiendo a desaparecer, entre muchas razones, entre muchas cosas, porque empieza a haber mucha demanda. Las editoriales llamadas grandes han visto el filón, en última instancia son comerciantes, y han visto el filón de la literatura que interesa y que compra la gente, y ya que ser publicada no por una editorial pequeñita sino por Anagrama o por, como en mi caso, Plaza & Janés, la gente dice... anda, esto es literatura seria, esto es de verdad literatura. Entonces, no sé, creo que en ese sentido los países anglosajones nos llevan mucha ventaja. Es decir, nadie le discute a Sara Walters si es lesbiana o hace literatura, evidentemente.

Martín: Usted lleva casi 30 años viviendo en España, aunque según ha comentado en alguna entrevista, nunca ha sido activista militante de los colectivos de lesbianas, ¿sería capaz de hablarnos o recordar las diferencias de la vida de las lesbianas españolas hace quince o veinte años y ahora?

Guzner: Sí, porque yo viví toda la transición política. Llegué en el 76 justo, y aquello, del día a la noche, incluso pasado de tuerca; desde la cosa intimista, que menganita entiende, y en fin, que todo se cocinaba en casa y cuando apareció, por ejemplo, El mismo mar de todos los veranos, de Tusquets. Lo leías como una Biblia porque aquello era impresionante. O esta niña tan atrevida y tan olvidada, María Felicitas Jaime que por ser argentina no se la consideraba española, pero realmente fue muy rompedora cuando sacó Cris & Cris, que se tomó a coña toda la relación. En fin, estos también eran esos libros que nos pasábamos. Pero manifestaciones externas, si me estás preguntando desde el punto de vista social, no las había. Ahora cada vez se escribe más, se manifiesta más, se ven por la calle niñas de la mano o mujeres. Las de mi edad, las de mi generación, se siguen comportando un poco como si no hubieran tomado todavía conciencia de que pueden con su compañera darse un morreo por la calle. Siguen manteniendo esa cosa de mantenerlo oculto, sobre todo en las clases muy altas, que caería muy mal, y más en Canarias, que fíjate, mengana de tal que es una tal de la Aldea, cómo lo mirarán. Eso se sigue manteniendo y en España también; eso en mi generación, pero en las nuevas, se han pasado de meta en el sentido de que si la meta era la absoluta visibilidad, apoyada para mi entender muy coherente y muy progresistamente, desde el gobierno. Si la meta era visibilizarnos, y por fin ostentar la categoría de persona y no ese bicho ahí escondido, a la cual hasta electroshock se le daba, y me consta que se daba por ahí. Ahora han pasado a decir qué importa ser lesbiana, heterosexual, al todo vale. Ya no reivindican el lesbianismo porque odian las etiquetas; tanto te has enamorado de un chico como de una chica, eso va en la persona. Entonces, le han quitado toda trascendencia política. Encuentro que las nuevas generaciones no tienen el menor interés por la ideología ni la política, les hablas de patriarcado y se te mueren de la risa. Tú lo que pasa es que odias a los hombres, dicen. Por eso te digo, como una pasada de tuerca a un individualismo acérrimo, a ninguna o muy poca conciencia social de un fenómeno como es el homoerotismo y no quieren ser clasificadas, ni etiquetadas, ni nada y los chicos son encantadores, no hay que ir contra ellos; si me apetece acostarme con un chico me acuesto. Entonces han diluido toda una lucha muy dura.

Martín: ¿Eso no podría ser visto como un signo de normalización, si lo que se quería era ser persona? Todos somos personas, todo somos iguales. No hay que hacer compartimentos estancos.

Guzner: Eso es otro punto de vista, pero como yo soy de aquella generación y sé lo que tuve que mentir, lo que me costó, lo que hoy disfrutan con tanta frescura, y me alegra enormemente, porque ésa era la idea, no creo que el todo valga. Es decir, sigo siendo una mujer lesbiana, feminista y todavía hay clases, no soy individualista, en el sentido que te comento, que tanto da. Eso que tú dices es precisamente el argumento que se utiliza actualmente, todos somos personas; me parece un tanto localista, aparte de individualista. Porque bien, yo ahora puedo, si voy con mi novia por la calle, darle un beso y si alguien me dice algo puedo responderle e incluso ponerle una denuncia por homofobia, pero sigo creyendo claramente que en la inmensa mayoría del planeta la mujer y tanto más la lesbiana sigue valiendo menos que una cabra, no tiene categoría ninguna, y creo que por eso hay que seguir luchando.

Es decir, que lo que se ha conseguido en un determinado punto, en Canadá, Dinamarca, España, en fin, se extienda. Porque por ejemplo, yo me carteo con escritoras chilenas o mexicanas y siguen padeciendo una represión muy gorda. Ya no hablemos en el mundo islámico, eso ya es una atrocidad histórica a todos los niveles, pero en esto concreto. Tú fíjate qué curioso que la ley musulmana no castiga las relaciones lésbicas, pero porque no las concibe. Hace cosa de 4 años hubo una redada en un sitio escondido donde las autoridades, no sé si fue en Argelia o no sé que país árabe, del Magreb, cogieron a siete varones y cuatro mujeres, a las mujeres las dejaron libres porque no había leyes y a los hombres los fusilaron por maricones, porque eso sí está legislado.

Martín: Por lo que usted conoce, ¿cree que la apertura social de la lesbiana en los últimos años se ha producido en el mismo grado a nivel familiar? ¿Ya no se sufre el acoso, la discriminación de la lesbiana en la propia familia?

Guzner: Sí se sufre y mucho. Aquí mismo en Canarias, hay una aparente manga ancha y además Canarias particularmente, que pisas una baldosa y te sale un gay o una lesbiana, pero las lesbianas son mucho más reprimidas que el gay, en el seno de la familia. A veces se dan casos como las leyes que ha promulgado Zapatero que van casi hasta por delante de la demanda social, en ese sentido. Yo conozco, y en el colectivo Gamma saben perfectamente la cantidad de jovencitos y jovencitas que van a pedir ayuda porque les han echado de casa, porque han dicho, venga, ahora tenemos leyes, salgamos del armario y se ven desheredados, repudiados, golpeados; prohibido salir, llevarlos al psicólogo a ver qué les funciona mal. Sí que lo están pasando francamente mal. No ha sido instantáneo, sino que todavía queda mucha España profunda. En Canarias, en general en la Península. En las ciudades grandes se sigue haciendo lo de siempre, te vas de casa, a vivir con una amiga y listo.

De todas maneras he percibido, con esa cosa de que tengo dos culturas, que en España la figura del maricón siempre ha sido más tolerada que la simple sospecha de que una mujer fuera lesbiana. Era como más gracioso, como lo pintoresco del pueblo; tener al tonto del pueblo, tener al maricón del pueblo, quien lo ha pasado horrible, espantosamente, y lo sigue pasando ahora, aunque puede reaccionar más, y la gente se atreve menos a acusar públicamente por miedo a una demanda. Eso es lo bueno que tiene la ley que por lo menos le pone coto. Siempre me ha llamado la atención, sobre todo en Andalucía, esa cosa de la gracia del maricón, que no fuera tan punible como la mujer. Es normal en una sociedad tan de raigambre católica, fundamentalista, como es España. No se sacude en veinte o treinta años.

Martín: En una entrevista usted habla de sacar a la luz los casos de las torturas de las lesbianas que eran recluidas y sometidas a electroshock y otras torturas médicas. Efectivamente, creo que es un tema que en estos momentos de recuperación de la memoria histórica también debería airearse. Recientemente he leído dos novelas que tratan este tema, una de ellas que ha mencionado usted, Los estigmas de Eva de Isabel Prescolí y Su cuerpo era su gozo de Beatriz Jiménez. ¿Cree que hay otro modo de sensibilizar a la sociedad sobre este tema?

Guzner: Por ejemplo, en TV, en octubre pasado se emitió un programa, en el cual yo participé, “Salir del armario a los 60”, donde se hizo una recuperación de la memoria histórica, de cómo se vivió, siguiendo la historia de cuatro personajes, tres hombres y una lesbiana, porque la productora me comentaba que no encontraba lesbiana de más de 60 años que quisieran hablar y aparecer públicamente y luego hacíamos intervenciones, algunas teóricas, como Goti Alonso, la esposa de Beatriz Jimeno, Empar Pineda, Álvaro Pombo, Eduardo Mendicutti y yo, que interveníamos desde el punto un poco más teórico. Creo que debería echarse mucha mano de documentales como éste, porque las historias te aseguro que eran desgarradoras, a mí me llegó particularmente la de la mujer de sesenta y dos años que contaba que ella desde pequeñita sentía amor por sus compañeras, pero que ella misma no se lo permitía, es decir, no lo podía concebir.

Martín: Como en Los estigmas de Eva...

Guzner: Exactamente. Entonces, era muy hermoso porque además estaba muy bien hecho el documental, muy cinematográfico, mostraba fotos. Al final, me acuerdo que se llamaba Juana la mujer, dijo, a mí me robaron la vida. Se quedó con la cara a cámara y llorando. Con eso cerraron. Fue muy estremecedor. Y también los hombres, contando los encuentros en los urinarios. En esto, uno que tiene bastantes posibles, que está muy bien ubicado dice, yo sigo yendo a las piscinas, tiene setenta años, sigue sin faltar, pero, sigo sin decírselo a mi familia.

Era lo que te comentaba, los de aquella época siguen con esa cosa metida dentro. Ahora por suerte, sobre todo, al ver personajes muy populares, como presentadores de TV, artistas, que se están casando, y me parece un hecho político importante, como Zerolo, Jerónimo Saavedra, que estuvo tantos años en el armario y era la comidilla. Aún son pocos, pero me parecen signos muy importantes que gente de esa generación lo diga. Sin embargo en las manifestaciones son cada vez menos, por esto que te decía, bueno, ya hemos conseguido esto, ahora ya, viva la Virgen, no hay nada más por qué luchar, ahora todos somos personas y listo. Y es cierto, las jovencitas no tienen esa conciencia, salvo aquéllas que siguen siendo reprimidas o se auto-reprimen, que de todo hay, yo las veo en mi consulta, pero sigue habiendo una actitud muy hostil en el seno familiar, sobre todo, insisto, hacia la mujer.

Martín: Cuando comienza un nuevo proyecto creativo, ¿se plantea algún reto? Si la respuesta es afirmativa, ¿son retos diferentes a los que se solía plantear hace diez o veinte años?

Guzner: Yo escribo, no sé por qué escribo. No te voy a dar una respuesta sumamente elaborada porque francamente admiro a quienes dicen montones de cosas de por qué escriben. Para evitar la locura, yo he escrito desde siempre y ha sido mi manera predilecta de hablar conmigo misma. Por supuesto estas charlas conmigo misma han ido cambiando de temática con el correr del tiempo. Hay cosas sobre las cuales ahora no escribiría porque son cosas que ahora no me pregunto o no me interesan. Entonces, más que un reto, cuando me surgen, que me surgen de continuo, ahora por ejemplo, estoy terminando una novela de humor, de suspense, novela negra de humor…

Martín: ¿Es la que está localizada en Las Palmas?

Guzner: Esa está en una editorial. Ahora estoy escribiendo otra que es una crítica vitriólica a la imagen de la mujer en la publicidad. Y también hay suspense pero muy de humor, es decir, es una novela cómica con su suspense, hay un misterio de por medio. Entonces, más que nada escribo lo que me viene en gana, de dónde sale no lo sé. Tengo tres o cuatro empezadas, y empezadas puede ser desde ya pensado el argumento, la estructura, y a dónde voy a parar y cómo acaba, a simplemente notas que me surgen y las voy escribiendo y digo, esto para algo servirá. Los temas salen de mi alma, lo que veo, lo que siento, lo que me cuentan, mis vivencias, de internet, un gesto, una película, un concurso de TV. Algo se mueve en mí, pero ya me está significando un reto y me molesta bastante, me disturba, no sé bien cómo encajarlo. El hecho de haber sido publicada, porque yo publiqué muy tarde, a los 57 años, por insistencia... Rosa Montero, con la que no mantengo amistad, pero sí he tenido contacto con ella en Madrid, porque trabajábamos, yo como telefonista y ella como escritora, en una misma revista, leía cosas mías y decía, pero tú tienes que publicar. Me hizo una cita con Montse Roig, para que le mostrara mis cosas. O sea, se movía mucho por mí, y yo diciendo, pero no, por favor, cómo voy a publicar, bueno, esto no es publicable. Pero me convenció una amiga cuando leyó el manuscrito de La insensata, que me dijo “tú estás loca si no lo publicas”. Y como ella estaba en Barcelona y tenía contactos con el mundo editorial, lo llevó a Plaza y Janés y de inmediato lo cogieron. Yo me quedé absolutamente sorprendida porque tú que escribes desde pequeñita y que nunca has querido publicar, era así de fácil.

Bueno, fue una chiripa porque ha aumentado de tal manera la gente que escribe, hay tal variedad de temática que pareciera que todo el mundo está como en Operación Triunfo, que ya que más o menos se me da bien escribir, doy el pego, escribo un Código Da Vinci o un Harry Potter y me hago millonario de la noche a la mañana, algún best-seller y me hago súper famoso. Entonces ahora me resulta un reto porque me doy cuenta que hablo conmigo misma y escribo y, me está pasando con esta novela, que la quiero redonda y la diálisis en ser poliédrica, porque me voy preguntando qué dirán de lo que escribo, ya empieza a preocuparme el qué dirán y creo que eso es un grave inconveniente, porque me quita libertad interna. Porque empiezo a pensar en reflejarme, en ¡ah claro!, ¡sí claro!, y además como ya he visto más o menos por dónde van los tiros de las predilecciones. Esto es demasiado profundo, claro, porque España se ha banalizado totalmente en su literatura, hay escritoras magníficas como Olga Girau, que para mí es una de las mejores escritoras españolas y sin embargo es una mujer que mediáticamente es muy poco conocida y hay otras que, casi no prefiero dar nombres, pero se les encargan premios hiper-millonarios y escriben, francamente de manera penosa. Como literatura, es de folletín, una pseudo-literatura, al menos para mis cánones de literatura que son absolutamente personales e intransferibles. Entonces me doy cuenta de que me empiezo a trabar en cómo caerá y encima estoy en una temática en que el feminismo está dividido. Han aparecido ahora otras lesbianas que dicen que el patriarcado no existe, que todas somos personas, es otra feminista; están las feministas de la igualdad, las de las diferencias... Y yo me tengo que decir, Susana, escribe como siempre y a quien no le guste, “agüita”, que cierre el libro. Pero sí que me está influyendo el haber sido publicada, me está influyendo negativamente. Tengo que pelear conmigo, tengo que decir, tú suéltate y di lo que quieras, porque por otro lado, si no, yo al menos lo capto como lectora, cuando una novela o un texto está agarrotado, como diciendo, a ver si meto la pata, se siente, se transmite esa autocensura de quien escribe, cuando es sobre todo una persona habituada a la lectura, eso sí que se transmite.

No te das cuenta que escribiste La insensata y que tuvo tanto éxito, precisamente porque la escribiste y no pensaste en nadie y no soy muy creyente de escribir para comunicar, sino que me comunico conmigo, si luego eso tiene un derrotero vicario e implica a otras personas, tanto mejor. Estoy tratando de resolver ese pequeño conflicto.

Martín: ¿Punto y aparte es su último libro publicado? [Esta entrevista se realizó antes de noviembre del 2007, cuando se publicó Aquí pasa algo raro].

Guzner: No. Luego publiqué en editorial Ellas una obra de teatro, Detectives BAM. Cosa rarísima en este país que te publiquen teatro, pero bueno, la editora quería a toda costa tenerme en su catálogo y dije, tengo una obra de teatro. Esa es otra, que en lo que he publicado es como si la gente me pidiera continuamente otra Insensata, pero es que yo tengo ganas de reírme, de divertirme, hay como un cambio de registro.

Martín: Hablando del humor, me parece que es un elemento que está bastante presente en la novelística lesbiana actual. Por ejemplo Lola Van Guardia, o Isabel Franc, tiene su serie de la detective García con bastante humor. Y usted demuestra un uso exquisito del humor también en algunos de los relatos de Punto y aparte, como “Tú cállate y yo otorgo”, “Yo tengo varios”, “El móvil inmóvil.” ¿Qué lectura hace del empleo del humor en esta narrativa? ¿Por qué se utiliza el humor?

Guzner: Algo tan simple como que estábamos cansados/cansadas de dramones en el sentido más intenso. Yo no soy un referente estrictamente español, porque vine con 30 años en una situación sumamente dramática y yo creo que es tomarse a la ligera desdramatizar situaciones que durante años, como en el caso del lesbianismo, han sido muy dolidas, y que se han sufrido mucho, y que luego van a aparecer todo una. Isabel Franc es una escritora sobre la cual yo no puedo hacer juicios porque empecé uno de sus libros y no lo pude acabar y también por algo lo dejé, tal vez porque no alcanzaba a entender bien, fue uno de sus primeros libros y me daba la impresión que estaba haciendo caricaturas de gente catalana que yo no conocía, entonces, entiendo perfectamente que las catalanas supieran, “uf, esta está hablando de fulanita”... pero como yo no me lo sé, tampoco podría abrir un juicio sobre la literatura de Isabel Franc. Sé por comentarios, y lo lamento, que su último libro, Las razones de Job, que le encargó la editorial Lumen, no ha marchado como se esperaba. Por una entrevista que leí de ella, lo que Louis May Alcott no se atrevió a decir es que Jo era lesbiana y es que, incluso a las lesbianas no les ha gustado el libro y a mi entender es porque quién de nosotras no ha querido ser Jo March de pequeña. Casi todas la hemos tenido de libro de cabecera y como que ha tocado un mito que nos ha importado muy poco que fuera o no lesbiana, nos identificábamos con su rebeldía, su anarquismo, con su amor por la escritura, y que se casara con este profesor tontorrón, como que no importaba, teníamos una Jo interna, y de pronto verla declaradamente lésbica... No lo he leído, insisto, por eso no puedo emitir ningún juicio, pero sí leo en foros y círculos, que ha sido un patinazo, que Lumen ha hecho mal los cálculos y no salió bien la cosa.

Martín: Si me permite hacer una comparación personal, prefiero Punto y aparte a La insensata porque veo mayor lirismo en los relatos cortos, en los que se establece una conexión más verosímil con la lectora, por lo menos en mi caso así ha sido. ¿Ud. tiene alguna preferencia entre novelas o relatos a la hora de escribir?

Guzner: No particularmente. Me siento igual de cómoda. El mismo argumento cuando me surge un deseo de escribir sobre algo yo ya sé si va para corto o para largo, porque el cuento me permite una tensión continua, es decir, en el cuento no puedes explayarte, hacer digresiones, tener altos y bajos. El cuento es una flecha, tiene que salir muy fuerte y mantenerse en el aire y si puedes dar con un final sorpresivo tanto mejor. Es un manchón de música y tiene que estar muy alto. De hecho en Punto y aparte hay una novela corta, lo que nunca te dije, porque ésa sí sabía que tenía bastante tela para cortar, pero no daba para una novela larga, entonces lo discutí con la editorial y de hecho me permitieron poner algo sobre mi hermana que no es lésbico pero yo quería ponerlo y me dijeron que vale. Sí que me parece muy inteligente de tu parte porque yo también prefiero “Encuentro”, que tiene más enjundia a nivel literario. Determinados relatos y no todos, sobre todo el último “Punto y aparte”, me emocionó mucho escribirlos, el de mi hermana también y en otros me divertía. El de la “Discoteca, taca, taca, taca”, que fue destruido por las queer, porque dicen que me burlo del transexualismo y me han puesto a caldo. Pero eso no es así, no es una burla, es todo una broma, de hecho la protagonista termina bailando con él, una coña marinera. Pero sí que necesita más trabajo literario y yo tengo que contarlo en cinco folios, entonces se parece más a la poesía, porque hay que buscar la mejor palabra posible para definir. En tanto que si estoy narrando y tengo doscientas cincuenta páginas me puedo permitir ser más coloquial. Pero si en seis páginas quiero contar una situación concreta, un flash, tengo que buscar cada palabra, cada metáfora, cada ilación, prácticamente un cuento yo lo solfeo; yo amo muchísimo la música, además se trasluce en todo, hay textos, sobre todo los cortos que los solfeo y digo, aquí hay un cambio de ritmo, esto no va.

Martín: El hecho de que la novela necesite más digresión, más descripción, en ese punto es donde creo que falla un poco La insensata, o hay digresiones un poco forzadas o descripciones superfluas que no aportan nada y eso es lo que veo que debilita un poco, en general la trama. Muchos diálogos son buenos, pero algunas descripciones o digresiones rompen la armonía de la novela. ¿Cambiaría algo, sobre todo en el aspecto formal y estético?

Guzner: Evidentemente hoy no la escribiría como hace cinco años. A lo mejor las digresiones las necesito porque es María quien está contando, entonces son imprescindibles las sensaciones, percepciones, sentimientos de María sobre quien es contada, porque Eva en ningún momento habla de sí misma. Tal vez, no he vuelto a leerla, pero es muy probable que coincida contigo que de leerla encontrase algo superfluo, que podría decirlo de otra manera o podría no decirlo, o que no hace a la economía narrativa, que sobra. Tal vez, pero no he vuelto a leerla, por eso no lo sé.

Martín: El relato que le dedica a su hermana en Punto y aparte ¿cuándo lo escribió?

Guzner: Los relatos tienen años entre sí. Fue muy mágico lo de mi hermana. En principio porque es solamente un aperitivo, quiero decir, ya escribiré yo, realmente, y bien extensamente sobre el episodio de la violación, mutilación, asesinato y tortura de mi hermana, pero le fui dedicando pequeñas notas a lo largo de un determinado tiempo, y de pronto, cuando estaba por entregar Punto y aparte a la imprenta, me faltaba un mes o cosa así, zas, todo se unió, se me juntó todo. Esto fue una tarde cualquiera que se va haciendo de noche y siento, como la siento tantísimas veces, la presencia clarísima de mi hermana Pilar, y ahí se me juntó su amor y nuestro amor por Bach, fue un momento mágico y lo escribí todo de un tirón, todo, prácticamente no tuve nada que corregir. Ya estaba dentro, estaba cocinado, estaba para salir, y fue cuando dije a la editorial, tengo esto y quiero por favor hacer un homenaje a mi hermana. Esos pequeños lujos que a veces una tiene el privilegio de darse que es una dedicatoria a alguien amado, como en este caso a mi hermana.

Martín: ¿Ha escrito algo más sobre el período de la dictadura en Argentina?

Guzner: Nunca he tocado el tema. Me moviliza de tal manera, todavía, porque además yo me escapé porque me avisaron que la triple A iba a por mí, o sea que me estaban siguiendo para matarme. Entonces rápidamente organicé la huida como pude y es algo, de hecho yo ahora voy a Argentina y cada vez que vuelvo algo me pasa, o empiezo a sangrar, a esputar sangre, o... siempre me pasa algo muy gordo y siempre estoy con ese miedo, y sí, la historia se repite y de aquello que me escapé vuelve ahora, no me atrevo ni siquiera, como te decía que lo hablo conmigo, que escribir es hablar conmigo, es una cosa que ni siquiera me hablo. Pero ahora estoy particularmente feliz porque esa sensación de víctima, impotente, ante la cual no se podía hacer nada porque la triple A no eran los militares, fue antes de los militares, y eran escuadrones de la muerte, mercenarios anónimos. Pues ahora se ha abierto un proceso, han pillado a uno de la triple A en España y se les va a abrir juicio y yo voy a actuar como querella particular. Entonces, este cambio de víctima pasiva... Me parece muy bien que juzguen a los militares, pero a quienes mataron y asesinaron y torturaron antes desaparecieron. Ahora es como que me siento potente, yo te voy a poner una querella y estoy segura que me va a influir. Cuando el terror que se te queda impregnado en los huesos vaya desapareciendo y lo ves ahí, temblando, delante de un juzgado, es ahí donde yo creo que me voy a liberar definitivamente de todos los fantasmas y voy a poder hablarme a mí misma de esa época y es muy probable que se haga texto, y además mi manera de hablar es escribiendo.

Martín: ¿Conoce actuales escritoras latinoamericanas o argentinas dentro del panorama de literatura lesbiana?

Guzner: Es lamentable, pero conozco muy pocas, porque primero, aquí en Canarias prácticamente no llegan y tampoco llegan a España, porque cuando voy hago el recorrido de librerías y encuentro muy pocas. Sí tengo contacto por ejemplo con Antonia Katz, que es una chiquita chilena que ha sacado un libro, Escrito en la piel, que me lo mandó con toda su admiración y con la cual mantengo cierta correspondencia y luego una mexicana que se llama Eve Gil, que tiene un libro, Réquiem por una muñeca rota, que ella siendo heterosexual dice que es un libro gay. He oído hablar de Gabriela de Cicco, en Argentina, que parece ser que es poeta y periodista, activista lesbiana, pero no he leído nada. Y por supuesto la grandiosa Cristina Peri Rossi.

Martín: En alemán tiene publicado un relato erótico, ¿no es así?

Guzner: Tengo uno de los cuentos, “Carta a Raquel”, que la editora de Mi ojo lesbiano 5, me contactó en Frankfurt y luego vino a Canarias y me dijo que había leído ese cuento y me pidió incluirlo en el libro.

Martín: ¿No ha pensado en escribir algo erótico? Creo que en La insensata no se describe el encuentro erótico con demasiados detalles.

Guzner: Nunca me ha interesado la gimnasia copulatoria. Ni en las películas ni en los textos, a no ser que esté íntimamente ligada al argumento, o que consista el argumento en una gimnasia, es decir que implique al argumento. Prefiero el erotismo a la genitalidad. Soy capaz de ponerme a mil con el gesto de una mano más que en el acto en sí mismo, porque la cópula en sí ocupa un lugar en mi vida que tiene el mismo peso específico atómico que comer, digerir, evacuar, beber. Es decir, no le doy el noventa por ciento de importancia a lo sexual más que a la gastronomía, por ejemplo. Es una función natural, nunca he tenido problemas y dime de qué presumes y te diré de qué adoleces. Cuando veo páginas y páginas llenas de descripciones de escenas eróticas no sólo no me erotizan sino que me des-erotizan. Muchas lectoras y muchos lectores me han dicho que les ha gustado en especial ese erotismo que sobrevuela, como dicen que pasa cuando Eva le pone la mano en la cabeza [a María], y me dejas con el dulce... Pero prefiero que me dejes con el dulce. No tengo ningún problema sexual, me encanta hacer el amor, pero no lo saco a airear.

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