Grafemas

Boletín de la AILCFH

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Edna Ochoa, University of Texas-Pan American
Publicado en Grafemas diciembre 2009

Creación: Cuento: De evidencias


Después de un arduo trabajo, aquel cerebro que sin duda pertenecía a uno de los más grandes, había descifrado las radiaciones de un extraño artefacto que navegaba por el espacio. He aquí lo que el peregrino descubrimiento arrojaba al reproducir una manera rudimentaria de comunicación de los terrícolas llamada diálogo:

“—Hola, diosito.
—No me llames así, me chocan los diminutivos.
—Es de cuates.
—Precisamente de eso quiero hablar. Todos están en mi contra.
—¿Los hombres? ¿Todos? No puedo creerlo.
—No, los de acá arriba. Miguel está insoportable.
—Pues mándamelo. Le voy a poner una chinga. Ya sabes las ganas que siempre le he traído.
—Eso no es posible. Las reglas son las reglas.
—Ya estás dando el viejazo.
—¿Y eso qué? Soy eterno.
—No, pos eso sí.
—Sabes qué, quiero que armes un desmadre meco en la Tierra, Luzbel. De esa manera lo voy a mantener ocupado. Ya sabes como Miky es de belicoso y sabiendo que tú eres el que anda armando broncas para que los pastores no puedan adorar al niño Jesús, organizará sus legiones y me dejarán en paz para organizar de nuevo mi reino.
—Ya vas.”

El sabio culto Soylanetatl vio en la filamentosa imagen cómo aquél al que le llamaban Dios le desaparecía a su hijo una cola larga que le colgaba de atrás del cuerpo, e interpretó que ese hecho representaba la reconstrucción de una parte de la belleza de Luzbel por su amor y obediencia. “Llegará el día en que el ángel caído recuperará su forma y volverá al reino de su padre”, así rezaba en dos de los libros antiguos de la devastada Tierra que estaba cotejado cuando captó la noticia del hallazgo de unas ondas no identificadas que irradiaba una especie de tarjeta digital encontrada al intemperie del infinito. Se trataba de un video antiquísimo en completa ruina, menor en edad al par libros de aquel planeta extinto hacía años luz. Ahora que había podido restaurar una parte del diálogo con algunas imágenes se dijo que estaba a punto de reconstruir la mente teogónica de los extintos terrícolas. Aquel artefacto digital era una evidencia que revolucionaría el conocimiento sobre el tipo de mentalidad de los habitantes de un sistema solar donde se había dado una precaria forma de existencia. Partía de la hipótesis de que se trataba de una versión popular del mito de la regeneración del reino de Dios después de un juicio final que aquellos vivientes consideraban como el término del mundo. Quedaban por supuesto muchas aristas sin resolver, entre ellas una rúbrica que le atrajo la atención poderosamente pero que sin embargo no encontraba la manera de descifrarla, la cual anunciaba: “Di sí a la piratería”. El buen Soylanetatl con el frío rigor que le caracterizaba descargó buena parte de su energía para interpretar aquel proverbio pero fue sin éxito. Desechó aquella distracción para concentrase en lo sustancial de sus investigaciones hermenéuticas. Los vocablos “meco” “cuates”, “chinga”, “desmadroso” y el texto plagado de diminutivos y barbarismos, además de la forma pedestre en que se representaba a Dios y al Diablo, parecía ser obra de un artista altamente desarrollado en la hiperexperimentación. Era un texto adulterado a partir de los escritos sagrados originales, insertado a otra civilización de cultos politeístas por el elocuente hibridismo, posiblemente de un sitio llamado Chilangolandia, porque aquella criatura se había firmado como El desmadroso Chilangolango. La eminencia, después de inquirir a muchas luces, descartó de inmediato que pudiera existir tal nombre de ciudad, en todo caso sería un vocablo erróneo para designar a una tal Tenochtitlán, caracterizada por un culto inconmensurable a un Dios llamado Tonatzin-Guadalupe que no tenía de contraparte un diablo, de acuerdo con los vestigios de su antiguo profesor Todolosétl.www.com. Por ahí había otra veta aún inexplorada, la que podría arrojar asombrosos descubrimientos, y la que podría darle más fama adelante si continuaba con la línea de investigación de su amado maestro. Soylanetatl resguardó el video en una malla que reciclaba las ondas emanadas para que el objeto conservara su autenticidad. Quizá la única tacha que tenía aquella reliquia era el aroma desagradable que le evocaba una mala combustión de sustancias y que le debilitaba el ánimo de orden y asepsia, como si hubiera caído presa de la terrible enfermedad de la poesía. Era una mancha apenas perceptible. Cuando la pasó por detector apareció en la pantalla: “tortilla con chile”. El desconocimiento de aquellas sustancias tan tóxicas no le desprogramó su línea de investigación, aquella irrupción de químicos sin duda podrían ser un enigma pero sin mérito, pues en sentido estricto esos datos no agregaban ni disminuían sus hallazgos sobre la exégesis sacra. No cabía de orgullo. De contundencia. Antes de anunciar a la academia su descubrimiento, al que bautizó como Las Radiaciones Güirigüiris”, iría al santuario a dar gracias. El verdadero Dios le estaba dando la oportunidad de convertirse en un laureado historiador y exégeta de la Circunvolución Astral. Mientras cantaba contrito a una máquina morrocotuda, sacando ruidos metálicos, recibió la comunión con el ser supremo a través de una descarga de energía. Era evidente que el Dios verdadero daba poder, no sufrimiento como los mitos en que se habían tejido las religiones terrícolas. ¡Cuánto culto al dolor de aquellas bárbaras civilizaciones! Soylanetatl se había automatizado de su Hacedor, ahora estaba listo para abrir sus circuitos y conectarse a las redes androides y notificar Las Radiaciones Güirigüiris. En un lugar del universo una estrella cantaría su gloria antes de que la epidemia de los hoyos negros devorara todo, volteando al revés el universo para un ciclo nuevo. El creador, sin memoria, empezaría como siempre diciendo: “¡Hágase la luz!, que no era otra cosa que ordenarse a sí mismo: “—¡Hágame yo mismo!” Y se haría.

El piadoso Soylanetatl procesó que en su galaxia aun faltaría mucho para que la luz bella dejara de ser infierno y se purificara para unirse al verbo de luz de la implosión que arrojaría después la expansión de nuevas historias. Sus circuitos para detectar objetos vieron cómo entraba a un recipiente del laboratorio el vestigio de la tarjeta digital, su prueba y fortuna, mientras que en la pantalla aparecía clasificada como Orbis eschatological, ocupando el sitio de honor entre los nuevos hallazgos. Instantes después Soylanetatl.www.com.mx lanzó su canónico estudio, con su firma y el lema legal al calce Deus ex machina, como todo documento que se preciara de ser producto de la alta academia.

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