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Crítica: María Nélida Mendoza, cofundadora y directora del Centro Cultural Hispano Americano, Seattle, WA
Publicado en Grafemas diciembre 2007
Eugenia Toledo-Keyser: La arquitecto de los vacíos del mundo
El poemario de Eugenia Toledo-Keyser Arquitectura de Ausencias está dividido en dos partes: “Poemas de la identidad”, en que aparecen quince de sus poemas y “Acción del tiempo”, con diez poemas. En este análisis en torno a la poesía minimalista de Eugenia Toledo Keyser es importante mencionar que su poesía filosófica no es fácil de entender con la primera lectura. Sus poemas son breves. Mas para que se pueda perfilar la creación profunda de esta autora, hay que releer su poesía para asimilar su significado y encontrar a una poeta que con su pluma va más allá de lo común y lo superficial; su poesía trasciende todos los espacios y está llena de verdades que están escondidas en el lenguaje figurado. Se debe considerar que Toledo parece estar construyendo pirámides para que el lector suba y sea salvado de los abismos. Su lenguaje entretejido entre formas y espacios va creando una arquitectura de imágenes que van dejando huellas indelebles. Sus versos, con vacíos a veces entre verso y verso, dan la impresión de que van saltando de la nada -del vacío- para convertirse en un símbolo de fuerza. A través de toda su obra se encuentran imágenes opuestas, otras son sombrías, extrañas y misteriosas. Se podría aludir que Toledo navega entre el período barroco de Góngora, el período modernista de Martí y Rubén Darío y el postmodernismo de Gabriela Mistral, en los que la vemos luchar con el alma y el espíritu de la poesía, que la lleva por largos viajes en el cosmos y que la zarandea entre la nada y el arte. Toledo, una poeta pensante, deja que sus sentimientos e inquietudes se perciban al trasluz en un contraste emocional e intelectual, tomando posesión de simbolismos arcaicos y acentuando las figuras mitológicas, para llevarnos en un viaje de reflexiones.
Los poemas de Toledo abarcan un lapso temporal de cerca de cincuenta años en el que el tiempo va marcando su espacio terrenal; vemos el conflicto de todo extranjero en tierra extraña y la nostalgia de su patria querida; el conflicto con los espacios interiores y el deseo de ser libre y volar fuera de su cuerpo; la búsqueda del yo femenino; el descubrimiento de su yo profundo; su lucha con la escritura y con la musa de su inspiración. Toledo nos muestra lo difícil que es el proceso de la escritura y hasta donde puede llegar para lograr su propósito. Es ella la que en la arquitectura del mundo, lo ya hecho y lo que ha sido dañado y destruido, ya sea por las catástrofes cósmicas o bíblicas o por el hombre, va rellenando los huecos con su inteligencia y su fuerza. Toledo utiliza diferentes rimas, mas es el verso libre lo que prevalece en esta arquitectura, con un ritmo muy sutil en unos y un ritmo complejo en otros. Es esto es lo que le permite la libertad para lanzarse a cuestionar y a meterse en los temas bíblicos, con un tono ascendente y grave. El tono poético de su escritura se perfila con ligeros toques de humor e ironía. La musicalidad de sus poemas, van siendo marcadas por el peso interno de las palabras. En toda su poesía hay un personaje que se arma de un formón, al igual que lo hace el carpintero, para construir, para ser el arquitecto de los vacíos, para batallar, para escribir con pasión y sangre lo que la perturba: la falta de paz para vivir en la tierra y la falta de justicia e inteligencia en el hombre para gobernar el mundo. Toledo es una mujer que sueña desde dentro el mundo que bulle fuera de su entorno. Su alma se escapa y se trepa por el universo para liberarse y forjar nuevos horizontes. La ventana poética de Toledo se abre a un mundo de incógnitas, de preguntas y de soluciones heroicas. Se deja entrever en esta obra la búsqueda de la verdad en esos huecos, la verdad eterna -símbolo de la luz- y que sólo se podrá obtener al entregarse al amor divino, como nos muestra en “Búsqueda espacial” donde busca lugares y talla vacíos para encontrarse con lo que según ella se parece al amor: “Se refugia en los espacios…/ se moviliza lento/ Se nutre de la dinámica cinética/ el movimiento que rige el mundo/ Allí abraza las almas…/ Algo que se parece al amor”.
Es en esta arquitectura del tiempo y de ausencias en su vida, cuando la voz poética de la mujer comienza a darse cuenta de que el tiempo -invisible y real- hace mella sobre los seres humanos. En “Fisionomía”, la autora, para contar el tiempo que ha pasado implacablemente sobre su cuerpo y mostrar todos los cambios físicos de su vida, se compara con un libro, y con gran humor dice: “Me disfrazo de un libro alterado/ Mi rostro, los párrafos/ mis ojos puntos suspensivos…”, y es como una profecía de lo que se avecina -la muerte- cruda realidad, ya que ella se compara con una mariposa desapercibida, porque su cuerpo físico pasará “más allá del presente”. Es impresionante ver el desdoblamiento del espíritu en “Envoltura” en el que el espejo es su delator, su gran enemigo; es el que le crea espanto en ella, y es quien de ahora en adelante asumirá un papel muy importante en la vida de la hablante poética, ya que es quien la llevará a descubrir más carreteras en su ajado mapa, el que le mostrará el paso del tiempo sobre su cuerpo terrenal. Como todos, la voz poética se da cuenta que ha sufrido una metamorfosis no sólo externa, sino también interna, al cambiar de piel para convertirse en otra que va a vagar por el mundo cósmico. Al hacer alusión de formairónica de cómo su cuerpo fatigado aparece como si fuese un mapa geográfico, en el que poco a poco va explorando para encontrar que hay grietas irreparables, ella sutilmente va aceptando la cruda realidad de cómo su belleza carnal se va extinguiendo: “Llevo un mapa en mi cuerpo/ hendiduras talladas y cruces de calles…/ hacen de mí/ una envoltura/sutil camino asendereado”. Me pregunto: ¿quién más podría recorrer este mapa agrietado, habitar en este cuerpo desolado por la imagen plasmada en el espejo? He aquí la incógnita.
Vemos a Toledo buscando la verdad y la belleza de aquello que no se puede palpar, como por ejemplo en “La piel de papel”. El personaje del poema es una víctima de la poesía y por más que trata de huir, no lo logra; su descripción es bárbara, e intensamente emocional, porque se siente presa y acorralada: “Poesía, a veces me desfiguras/ me despojas/ me destiñes la piel” y entonces vencida le dice: “voy a grabarte a fondo en mi piel/ para lucir tu traje/ todo el tiempo/ mi invisible tatuaje!”. Y en “La otra”, se percibe el humor irónico al verla amedrentada y prisionera de su amiga -la poesía- que ahora se ha convertido en guerrera y que la poeta va persiguiendo con su intuición y su misticismo; es la poesía la que le da las llaves a Toledo para que abra la puerta y la ventana para que vaya detrás de ella, y entonces oímos a la poeta retándola y desnudándola completamente para ver su esencia y le dice: “Eres la guerrera, la fuerte/ Soy la vestal, me refugio en el templo…/ Tú eres puerta, yo te abro/ Tú eres ventana, yo me reflejo en ti/ Tú eres mapa, yo te descortezo…/ viviremos ambas en un mismo libro/ en la cárcel de una biblioteca/(esperando lectores)/ porque tú me has incluido./ Desde hace algún tiempo/ yo soy la otra que va contigo”. La poeta le pide que ya no siga luchando, porque en realidad, la poesía está en ella y ella en la poesía. A pesar de que la poesía la tiene completamente dominada, la transportará por todos los espacios del universo, la acompañará en la soledad, la búsqueda, y el peregrinaje. Se puede observar la lucha constante que la poeta tiene por alcanzar la perfección en la escritura, tratando de moldear y de crear la poesía perfecta en “Desde el diseño hasta lo divino” y confiesa sentirse quemada por la pasión de la poesía que se apodera de su alma y su cerebro, y que al concluirla, toda agotada, después de tanto sacrificio y trabajo, se siente feliz al ver su propia y grandiosa creación y la compara como si fuese el hijo parido, cuidándola como su más preciado tesoro, y se da cuenta del dolor que encierra todo esto del escribir, en el que muchas veces se van abriendo heridas, pero al final es como esa bebida deseada que le da paz y alegría: “Diseño mi escritura/ como la gubia cala las maderas…/ Escribo sólo unos centímetros/ y ya me he chamuscado/ porque escribir es fósforo y fuego…/ parto doloroso/ y criatura en mis brazos/ Divino elixir que alivia/ la consecuencia de mi acto”.
Finalmente, la poeta declara que se siente amada por ella, ya que la ha encontrado en el mundo de las letras, y la ayuda en su anhelado camino hacia la libertad, hacia el mundo desconocido en el que se aventura. Ya no irá sola, porque tendrá con quien compartir sus amarguras y su felicidad, y es en ese mundo donde ella encontrará la verdad y la paz. En el poema dedicado a su madre que le da el título al libro, Eugenia escribe: “Me dices que me amas/ me reconoces, me conversas/ ¿Eres tú, pregunto?/ ¿Cómo es que te encuentro aquí en las letras?.../ ¿De dónde vienes, qué tan lejos vas?/ Todo acaece porque te escribo/ dentro de mí, ya ves…/ Ambas estamos en las palabras/ que repercuten en mi mente/ las dos en concierto, en oleaje/ con todos nuestros viajes”.
Su poesía es una reflexión introspectiva de su caminar por la vida -de su largo peregrinaje desde el sur hasta el norte- y es una constante búsqueda de la verdad. Dos son los lugares donde ha vivido, en polos opuestos, lugares parecidos por sus cuatro estaciones que han pasado por su vida, mas son dos culturas diferentes. Son los vientos de aquel adorado Chile que la han transportado a encontrarse a sí misma: “La búsqueda del lugar de origen/ me transporta/ a un lugar inexistente/ Soy Victoria de nombre/ Soy Perséfone/ viajera e inmigrante del verdadero sur” y es lo que finalmente le da una identidad: “y americana legítima/ Soy mi abuela y la nieta/ naturalmente extrema/ Arcoiris y flecha soy”. Aquí vemos como la poesía la ha alado de sur a norte y viceversa y se presenta como una figura mítica -ambivalente- es espiritual y diabólica; es la que lleva esperanza y la que hiere.
En “Cómo se miden los años”, advertimos a la poeta tratando de encontrar una respuesta a cómo se debe medir el tiempo y el ciclo de la vida: “¿En golpes, en muertos?.../ ¿Y cómo se mide la vida?/ ¿Con suspiros con palpitaciones?.../ en palabras/ en silencio/ en vigilia/ en indulgencias”, y como luego su ser se reconcilia en “Volver” y su corazón se resigna y acepta: “decidiste vivirlo/ amando lo que existe/ lo que huye/ o desaparece”. Toledo, de una forma satírica, anticipa su viaje final, sin dejar testamentos, volando como una diosa hasta el fin del mundo –al sur austral- a encontrarse con Atlas, el rey de Arcadia, para ayudarle a unir todas las naciones. El humor sutil de Toledo le sirve de catarsis emocional a su desprendimiento terrenal para lograr lo sublime. En este viaje ella se perfila como una heroína para arreglar el mundo junto con el Atlas, y unirá las gentes de la tierra llevando paz. En silencio partirá de regreso al sur. Mas no quiere que la lloren o se preocupen por ella, porque su misión será de más valor antes que su propia persona: “Partiré por última vez/ al sur austral…/ Llegaré al silencio…/ me lanzaré al vacío…/ Tengo cita con el gran Atlas/ mover el globo/ para enderezar las patrias”. Cabe recalcar que en este poema, tan significativo para ella como parte del conglomerado humano, se percibe un eco del poeta Nicanor Parra. Por ejemplo es de gran valor heroico su propuesta de “enderezar las patrias”, pero es cruel lo que ella piensa hacer “me lanzaré al vacío”, sin darse cuenta del gran dolor que causará, y que el simple decir “No se preocupen por mí”, es irreal e irrazonable. El tiempo, amigo y enemigo a la vez, es quien determinará su temporal presencia en la tierra. Su tiempo ya ha madurado y florecido y sólo espera encontrar la paz infinita.
La voz bíblica vaga por el infinito en “Meditaciones sobre los tiempos”. El diablo anda haciendo derroches y locuras con las almas. Toledo, sin ningún temor, pone su dedo en el fuego tratando de adivinar el por qué existe el mal en el hombre, y le da a entender a la mujer que si no se han de parir hijos para el bien -para que sean luz de la verdad-, entonces no hay que tenerlos, ya que mucho es el dolor que la mujer pasa para alumbrarlos, para que terminen siendo hijos de Satanás. Su experiencia como madre la lleva a ser una voz apocalíptica en “Tener un hijo” cuando manifiesta que “Tener un hijo/ es alumbrar el mundo/ Mujer-sol/coronada de estrellas/ preñada de avecillas/ sujeta por la luna/ Tu belleza te sustenta/ Amazona heroica”. Por otro lado, Toledo revierte la imagen de la Virgen María, sustentando su importancia femenina como irrevocable con todos sus esplendores sagrados. También vemos alusiones apocalípticas al tiempo, a la palabra que se esfuma, a la violencia del hombre en la tierra y su autodestrucción, a “la inteligencia” que según ella, a pesar del ser humano ser un ser inteligente, en verdad no lo es, porque si fuese así, no estaríamos como estamos y nuevamente recurre a las imágenes bíblicas de aquellas mujeres sabias que supieron cómo mantener el aceite para sus lámparas: “Es necesario buscar la inteligencia/ hasta los confines de la tierra/ en las aguas, en las raíces/ buscarla con lámparas prendidas”.
En “Futurama”, Toledo no sólo le vaticina al hombre su auto-destrucción, sino que también lo exhorta a reflexionar sobre cómo ocurrirá el final del planeta tierra, un final que será horripilante y catastrófico, en el que nos convertiremos en un polvo que irá desapareciendo en el vacío. Es importante mencionar que Toledo coincide apocalípticamente con los científicos, escritores y muchos defensores del medio ambiente sobre el daño que nosotros mismo hemos causado a nuestro hogar -la tierra-, un jardín que Dios nos dio para vivir de él sanamente y cuidarlo, pero que por nuestra arrogancia y por alejarnos de Él es que nos hemos labrado nuestra propia destrucción: “El sol se tornará inclemente/no se estirarán las sombras…/La noche será un hoyo oscuro/ y el día una mina vacía/ La tierra se esforzará por desprenderse de las grietas…/ caminarán los hombres/transformados en puntos…/ sin pasado o presente…/ Hasta la luna de los poetas/ rasgará su cara/ Será espejo de la mala suerte/ y sus fragmentos/ pulverizados en el espacio/ nos pulirán los ojos”.
Toledo, apabullada por todos los hechos catastróficos del mundo en “Acción del tiempo”, se esconde y desde allí comienza a salvar lo poco que va rescatando: “El tiempo se ha ido descomponiendo/ cayendo a pedazos, en fragmentos/ Vivo entre sus pliegues, escondida/ entretelas/ entresijos/ Me dedico a bordar sus memorias/ con una aguja grande, sin hilo/ para salvarlas del olvido/ En algún lugar desconocido.../ se incuban rosas celestes/ que sacuden sus células muertas…/ para sobrevivir/ entremar/ entre arenas”. Ella se encuentra en otro mundo y es en este mundo de inspiración donde calma su sed y donde comienza a construir y a sanar; ella se ha vuelto la arquitecto de los vacíos del mundo.
Irónicamente y con gran sagacidad, Toledo se mete en el pensamiento del moribundo en “Mientras se agoniza” para mostrar la triste realidad de la víctima y la agonía de la esperanza -la lucha entre la vida y la muerte- y esa soledad infinita del alma y cómo ésta se va escapando a otros mundos desconocidos y separando poco a poco del cuerpo material para bajar perdida hasta el mismo infierno, escuchando el canto triste de su partida: “la decadencia arrasa el cuerpo/ y se levanta en el aire/ para un viaje en barca/ que aborda náufrago y solo…/ Agónico se defiende por última vez/ esperando un milagro/ la música de una flauta dulce/el duelo de la gaita…/ o el irremediable crepitar/ en el infierno”.
Es importante recalcar que en “Aquella misma”, la poeta encuentra que el espíritu de la mujer, ya sea en la reina o en la guerrera, en la pobre o en la rica, en la santa o en la bruja, es el mismo, y afirma que todas las mujeres tienen la misma esencia; todas provienen del mismo espíritu que las creó, descendientes de la primera mujer: “vino con ilusiones/con los ojos abiertos…/ fue Sara la que se rió de Dios/ Fue Salomé que envuelta en siete velos/ pidió la cabeza del Bautista…/ La obligaron a usar una letra escarlata…/ llegaron a canonizarla…/ Es aquélla de cuerpo cóncavo…/Es la que dudó de Dios/ Aquélla misma”.
La poeta considera a Dios un ser dialogante. El secreto guía de sus acciones y de su largo caminar en “Cor” (Corazón) y lo compara con una galera en el que ella se subirá. Ella ya no espera nada del mundo, pero se siente llena del espíritu. Dios es el misterio que hace las cosas para Toledo, el que invisiblemente la llevará en sus alas, en su barca. Es Él quien le da todo -el alimento y todo lo que se necesita para navegar por el mundo-. Él es la isla y la vasija donde ella guarda todas sus penas y sus debilidades, y es Él el amor de su pasión. Dios es un acto concreto: “Eres galera valiente/ de esplendoroso color/ volcán prendido de mis deseos/ salero vital de mi mesa/ golfo de penas/ ánfora de mis debilidades/campanario y pálpito…/ oculto secreto/ incógnito guía/ de mi navegación”.
El misticismo de la voz poética de Toledo se percibe muy sutilmente y nos muestra a una mujer desde dos perspectivas diferentes -ante el mundo cósmico y ante su mundo interno- la vemos abriendo heridas aquí y allá y luego lanzarse hacia el infinito para curarlas. Es ella quien escucha su propio sufrimiento -interno e infinito- como se observa en “Lo que escucha el oído” en el que ella se ha cansado de todo lo que ofrece este mundo, sufrimiento que quisiera acabar pronto para llegar al silencio profundo de la nada -del vacío- para encontrar la paz que sólo el alma espera gozar -una paz divina- que sólo se alcanza en la otra vida: “Por años he podido escuchar…/ en los atardeceres dormidos/ de aquel valle místico…/ Cuando sea anciana/un año lejos/ un año más cerca/ voy a saborear la nada/ y el mutismo del silencio”. Vemos con tristeza su cansancio y el por qué morir más pronto sería mejor. Por otro lado, la luchadora -la heroína- ya no existe en este viajar de la conciencia y sigue su camino sin temer la muerte.
Para subrayar la importancia de los vacíos cósmicos y espirituales, es importante leer y entender el último poema del libro “Poesía dimensional” en el cual vemos que la acción de escribir ha pasado por un sin número de pruebas y luchas a las que la autora es obligada por su musa para llegar a la quietud o paz espiritual; ha viajado por la galaxia, meditando sobre los momentos tenebrosos que ya pasaron y se apropia de todas estas imágenes para re-escribir el pasado, alumbrada bajo las luces del infinito, y construyendo lo que según ella es bueno: un libro: “Viajó por el interior de las primeras formas/ el cilindro, la pirámide/ el círculo sagrado, la mandala…/ Por el lector y el viaje/ arribó a lo incandescente/ a la materia de la luz y/ de la virtud…/ dotado de humanidad/ y de su propia experiencia/ y vio que era bueno”.
El título de esta obra nos da una impresión de que la voz poética es una hacedora de sueños, es una arquitecto, y es así como vemos el resultado de su trabajo, su libro -Arquitectura de Ausencias- su poemario que ha salido a la luz nos muestra una diferente realidad filosófica desde la cual se elabora la obra.
Aceptar el destino o su rol en la vida significa para Toledo hacer poesía. El destino puede ser cruel, pero no la búsqueda. El único que está vacante en este momento es ese Dios dialogante y lo podemos llamar cuando queramos. La obra de Eugenia Toledo-Keyser abre muchas ventanas a otros mundos que hay que explorar. La fuerte espiritualidad palpable en la poesía de Toledo muestra otras formas de contemplar el mundo, sanándolo y purificándolo.
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