Grafemas

Boletín de la AILCFH

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Artículo crítico: Ester Gimbernat González, University of Northen Colorado
Publicado en Grafemas Febrero 2006

Desde la hibridez de la voz del “Otro”: tramando memoria y olvido en poemas de Miriam Balboa

Y no hay nada,
sino ese sinuoso
polvo en la boca.

El tratamiento poético y alegórico de eventos estéticos y culturales actuales se da con sutileza y compleja sofisticación en Signos en espera, la reciente colección de poemas de Miriam Balboa Echeverría, que nos ocupa hoy. Para esta escritora, aunque no sea de origen chicano, como participante en el “Chicano Movement” en Seattle, Washington, a comienzos de los 70, hablar español era desde entonces, un ‘acto político’. En el segundo milenio escribir y enseñar en español a una comunidad de latinos en Texas es ser parte del “Otro”. Su producción poética en español es emblemática de las relaciones culturales de los latinos con la comunidad extendida de Latinoamérica y el Caribe legitimizando así la conciencia política de 'tercer mundo' de la familia latina en Estados Unidos.

Sus textos durante 35 años han revelado la voz del “Otro” como ‘outsider voyeur’ en una sociedad que continúa imponiéndole roles de género y raza para arrinconarla. Irónicamente, ese ‘outsider’, a través de sus poemas y por el poder de sus tropos, se vuelve una célula activa dentro de una sociedad global en crisis, al cuestionar los sistemas jerárquicos establecidos y afirmar la sobrevivencia de sus raíces para enriquecerse de la hibridez de su propia identidad.

Ha publicado además, un libro de poemas denominado Poemas para entretener a un amante en 2001 y Doña Catalina, obra de teatro en la que se presenta bajo una nueva perspectiva la historia de la famosa y controvertida Quintrala chilena. La colección de poemas Signos en espera está siendo considerada para publicación en una editorial argentina. El constante contacto de la autora con poetas hispanos en este país lo demuestra la serie de congresos poéticos que ha organizado en su área, su participación a nivel editorial y como colaboradora de antologías de escritores hispanos y en la innumerable cantidad de congresos y simposios en los que ha participado a través de los años, a nivel nacional e internacional. Todo este constante afán lo presenta Miriam Balboa en uno de sus poemas, porque no importa el ámbito en que viva, su obra está marcada por una lengua, y cito: “Como las raudas aves que surcan sobre las calles de Gotham buscando su ruta buscando la piel de la ternura hablas latino hablas ladino de la vieja Hispania”.

Para analizar estos poemas he elegido un acercamiento teórico que ha sido desarrollado por Charles Altieri en su libro The Particulars of Raptures, An Aesthetic of the Affects. Específicamente me interesa este acercamiento porque "una perspectiva estética invita a preguntarse qué estados, roles, identificaciones y ataduras sociales se hacen posibles gracias a nuestros esfuerzos de habitar completamente dentro de esas disposiciones de energía y modos de auto-reflexión que ellos sostienen. Antes de preguntar lo que se sabe de los afectos o  cómo ellos contribuyen al proceso del conocimiento, considera Altieri que hay que comenzar a preguntar quién podríamos ser por el modo de que disponemos de nuestra propia conciencia en relación a la experiencia afectiva. Preguntarse qué necesita ser expresado, qué deseos articular y qué formas de satisfacción elaborar, importa para entender el modo en que la voz poética se compromete en esos procesos (5). Es decir, que tal acercamiento nos ayudaría a entender mejor esta nueva colección de poemas de Miriam Balboa. Porque en la misma aflora de un modo sesgado una constante que ya ha sido estudiada en la literatura de hispanos en Estados Unidos, es decir, ese azoro ante el avasallamiento sutil pero continuo de un mestizaje cultural, más como ensanchamiento de cauces que como amenaza. Y cito del poema “Otra ciudad”:

Y la ciudad como la muerte
Me esconde de los otros
Me esconde de las palabras de ellos
Y deja mensajes en los papeles que me acosan

Sin duda, en esta reciente colección de poemas, se manifiesta con cierta transparencia el conflicto del desarraigo lingüístico. Podría dividir los poemas de la colección en dos tipos, aquéllos en que el yo poético busca su ser agente en el modo de como se dispone a establecer ciertas relaciones con el objeto de su perplejidad, con ese otro espacio, con esa otra lengua y consigo mismo. En cambio hay otros poemas que se escriben desde un no-espacio, en un intersticio de la espacialidad, más allá del cuestionamiento del objeto u objetos de la perplejidad. 

En los poemas del primer grupo hay como una apertura ante diversas actitudes de cómo valorar lo que se va encontrando y algunos de esos reconocimientos provisionales provocan una transformación pasional (afectiva) e iluminan caminos más allá del poema mismo. Así lo estético se lleva a lo existencial, como lo propone Altieri. Por la brevedad del tiempo del que voy a detenerme solamente en el primer grupo de poemas, en los cuales la memoria (‘Mnemosyne’ en los títulos de dos de ellos), la palabra, la comunicación y el espacio, la ciudad, se miden entre sí con sorpresa, con cuestionamiento. Se presentan en diorama el cómo salvaguardar la palabra que desencadena el recuerdo o insta a la preclusión del olvido, ante el elusivo poder de apresarla, fijarla. Comienza el poema “Mnemosyne en el tiempo”:

Y llegaron los signos que se esperan
rodeando
lo perdido en el silencio
en el hueco más profundo.

Lenguaje y memoria se cuestionan en una pugna incesante y se saben contrincantes en dependencia, uno sin el otro obligarían a que se borraran marcas, huellas, brújula, todavía reconocibles, y sin embargo, aún sin decodificar completamente. Leemos en otro poema:

con el más atroz asombro
los recuerdos crecen
en muralla informe
Y en otro ejemplo:
las palabras no están,
las pierdo
en plumas de ceniza pegoteada.

Porque el juego contrapuntístico entre el ámbito de la palabra y el del recuerdo entrega oblicuamente fragmentos de una posible respuesta, que de uno u otro modo esconde la clave de sus códigos. Pero como leemos en otro poema, la voz poética construye la convergencia, penosa e incompleta de tiempos sin rescate, que no engendran palabras, tiempo que está armado de recuerdos virtuales al no tener modo de ser dichos:

Un pálido fantasma barre vientos
corporiza
a pedazos la escritura perdida en la Acrópolis
en donde éramos jóvenes,
donde el tiempo se detuvo
en un lenguaje que ahora es tumba

Eso es justamente: un enfrentamiento entre la voz poética en un presente en el que confluyen circunstancias, lenguas, exilio, curiosidad, interrogantes, y el ámbito multifacético de la memoria/olvido que se disputa un volumen de agencia. Como lo muestra desde el título el poema denominado "Des-diálogo". En esta pugna se interrumpe la fluidez de la comunicación y de la lógica  posibles.

Ahí,
al centro,
hay voces que disparan
en staccato
rápidas seguras
y no suenan.

El reclamo de la voz poética de tener un conocimiento, un apoderamiento de este mundo ajeno en el que habita, debe mantenerse en permanente tensión con lo que produce en relación a tal conocimiento. 

Para hablar contigo me molestan ciertas palabras
porque las he perdido y porque no me encuentro
hace ya tiempo.

Para que esa primera persona exista, su expresión no puede ser sólo un proceso de revelar lo que explica su comportamiento, porque su fuerza de ser va a depender de cómo mantenga una distinción aguda entre nombrar esos sentimientos y ser dueña de ellos gracias a como los marque en su discurso poético. La voz poética lo sabe y lo teme:

Al margen de mi voz
mi cuerpo se mueve
sin sombra.
desarticulados los dos
desde las rendijas.

Así, los poemas surgen como un inmediato ajuste a situaciones de perplejidad, más que a profundas interpretaciones de esas situaciones.

Como lo señala Altieri, tenemos que observar el proceso performativo para localizar la fuerza y la calidad de las energías expresivas del agente.

Y estoy aquí
recogiéndolo todo
observándolo todo
salvándome a mí misma
desde el fondo del silencio.

Está probando los alcances de la intencionalidad y la flexibilidad de este avance cognoscitivo sin invocar criterios ni principios. Los sentimientos son los que proveen la oportunidad para explorar lo que el agente comparte en la afirmación que hace de ese nuevo ámbito.

En el poema “Mnemosyne para contar” el apego a la lengua en que se rememora muestra como tiene más habilidad para explayar la complejidad que para traducir la experiencia  misma del recuerdo:

la memoria a veces
sólo me da palabras
que inventa

El texto del poema entre memoria/palabra inventa su escenario, su escenografía, ámbito en la que tanto los sentimientos como el lenguaje se vuelven personajes de ecos lejanos, borrosos, irrescatables, como aparece en el poema “En el escenario”:

Miras a los otros,
no es su turno,
sus calaveras tranquilas esperan.
Ya saben, ya conocen
la mueca de la luna.
Se borran las entradas,
las salidas.
No es tu turno.

La intensidad afectiva en el teatro ajeno, en la puesta en escena en donde la voz poética se observa desde afuera y se dice:

Tú no,
con tranquilidad
miras al otro.

Configura una identidad desde múltiples proyecciones que desde una íntima propuesta se enfrenta a las fuerzas enajenantes, al objeto del desconocimiento constante, que la ignora desde sus panópticos controles.

Miras desde lo invisible,
gesticulas ese lenguaje
Que nadie oye
como siempre
como ayer.

Se lee el proceso que desata como la dimensión de la imaginación, y la fantasía entra en esa emoción de no pertenecer y se constituye fuera de las correspondencias que están determinando esos segmentos específicos de tal experiencia. Es decir, cómo la voz poética ‘siente’ el mundo, cómo se sintoniza con él, y cómo se adapta a esas sensaciones.

En los poemas de Signos en espera hay diversos modos de trazar procesos por los cuales el yo poético desde su debatida, pero al fin lograda, posición de agente arma o mantiene su fuerza de diferencia a la vez que negocia y articula las complejidades afectivas que infringe. No sólo enfoca o localiza la emoción de ser ajena, sino que va más allá y la produce a su gusto, la pone a prueba, la conjuga y señorea a varios niveles de apropiamiento. Es decir, que cada poema explaya emociones intrincadas, pero lo más valioso de ese discurrir es lo que transforma y da fuerza al agente gracias a ese comportamiento afectivo expresado.

Porque estos poemas ponen de manifiesto una variedad intensa de estados afectivos que no cuadran a la gramática cultural de las emociones, ellos ofrecen una oportunidad substancial para rastrear los ajustes que los sentimientos invitan desde la auto-reflexión. Aunque los poemas parecen a primera lectura de una sencillez cristalina, sus versos tienen la habilidad de revelar la complejidad de la experiencia de pertenecer y no sólo el modo de traducirla en palabras de fácil acceso emocional.

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